FIRMA INVITADA

Transformando la ciencia en salud: mi experiencia en un proyecto biomédico innovador

PILAR MARTÍN

Pilar Martín, beca Leonardo 2016 en Biomedicina, explica el recorrido que va desde una investigación básica hasta su aplicación clínica y las dificultades y retos que supone para una  investigadora que, como ella, participa en todo este proceso.

26 septiembre, 2024

Perfil

Pilar Martín

Participar en un proyecto biomédico, desde la investigación básica hasta su aplicación clínica, es un proceso complejo lleno de retos y satisfacciones. Es un viaje que suele durar años o incluso décadas, donde el motor clave es mantener el foco en el objetivo y ser perseverante. Mi experiencia en este campo comenzó con una necesidad urgente de identificar biomarcadores circulantes específicos que permitieran un diagnóstico preciso y no invasivo de una patología cardiovascular. Es importante resaltar que la base de cualquier proyecto biomédico pionero está en la fase de descubrimiento. Esta primera etapa requiere mucho trabajo en el laboratorio de investigación básica y es crucial para generar el nuevo conocimiento para desarrollar fármacos o métodos diagnósticos. En mi caso, los primeros pasos en el laboratorio de biología molecular hace más de una década, nos llevaron a la identificación de un biomarcador circulante novedoso, un microARN, con potencial para diagnosticar la cardiopatía en ratones. La parte traslacional del proyecto, que hoy se encuentra en fase de ensayo clínico nacional, tuvo sus raíces en 2016, cuando recibí la Beca Leonardo de la Fundación BBVA. Este apoyo inicial fue fundamental para dar impulso a la investigación traslacional, permitiéndonos explorar nuevas fronteras en el diagnóstico cardiovascular en pacientes. La beca nos dio el impulso necesario para contactar con colaboradores clínicos en los hospitales, quienes nos ayudaron a obtener muestras de sangre y plasma de pacientes para realizar los ensayos de validación científica de este nuevo biomarcador. Fuimos muy afortunados, ya que los hallazgos resultaron ser impresionantes, permitiéndonos publicarlos en 2021 en una de las mejores revistas de medicina, el New England Journal of Medicine. La Beca Leonardo no solo proporcionó los recursos económicos necesarios, sino que también validó la relevancia científica de nuestra propuesta, marcando el inicio de un recorrido que, años después, empieza a dar frutos tangibles hacia la práctica clínica.

A medida que el proyecto avanzaba del laboratorio a la práctica clínica, la complejidad aumentaba. Traducir los hallazgos de laboratorio en aplicaciones clínicas implica superar no solo obstáculos científicos, sino también regulatorios y logísticos. En esta etapa, la colaboración con investigadores clínicos fue esencial. En nuestro proyecto, la coordinación con los hospitales y el cumplimiento de las normativas éticas fueron clave, especialmente al comenzar a reclutar pacientes para los ensayos clínicos. Este proceso también resaltó la importancia de los equipos multidisciplinarios, que combinan conocimientos en biología molecular, medicina (cardiología) y análisis de datos.

Otra parte a destacar de esta experiencia ha sido el contacto con la industria y las empresas biofarmacéuticas, un ámbito para el que, como investigadora biomédica básica, nunca había recibido formación. Acompañados por la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI) de nuestra institución, empezamos a mantener numerosas reuniones con compañías del sector, y fue ahí donde comencé a descubrir los muchos pasos que deben darse para que un descubrimiento científico llegue a los pacientes. Este proceso incluye, de manera general, la protección de la propiedad intelectual mediante patentes, la búsqueda de socios comerciales interesados, la negociación de acuerdos de desarrollo y licencias, la realización de estudios preclínicos, y finalmente, la organización y ejecución de los ensayos clínicos necesarios para validar la eficacia y seguridad del producto. Es cierto que no todos los resultados científicos son patentables o no llegan a tiempo a la patente, siendo muchos de ellos igualmente valiosos para el potencial avance en diversas enfermedades. Sin embargo, la falta de protección intelectual puede dificultar o retrasar que estos hallazgos lleguen a los pacientes, ya que cualquier método diagnóstico o terapéutico novedoso requiere un desarrollo empresarial que asegure su producción y distribución. Sin la protección de la propiedad intelectual, es menos probable que las empresas inviertan en el costoso y largo proceso necesario para convertir un descubrimiento en una herramienta clínica accesible, lo que complica aún más su implementación en la práctica médica.

Uno de los aspectos más gratificantes de este recorrido ha sido ver el posible impacto que nuestro trabajo podría tener en la atención a los pacientes. Hoy en día, nuestro biomarcador está siendo evaluado en un ensayo clínico nacional, lo que representa la culminación de años de investigación y colaboración. Este biomarcador tiene el potencial de mejorar significativamente el diagnóstico de la miocarditis, proporcionando una herramienta diagnóstica no invasiva y confiable donde antes no existía.

Mirando atrás, el éxito en proyectos biomédicos radica en la perseverancia y en la capacidad de gestionar la transición desde la investigación básica hasta la aplicación práctica. Cada etapa del proyecto requiere habilidades y colaboraciones diferentes, pero el objetivo final—mejorar los resultados para los pacientes—hace que todo el esfuerzo valga la pena.