Pilar Cebrián, Beca Leonardo 2018 en Comunicación y Ciencias de la Información

Entrevista con Pilar Cebrián, Beca Leonardo en Comunicación y Ciencias de la Información en 2018

“El acto de informarse es reflexionar, encontrar respuestas y comprender lo que pasa”

SILVIA CHURRUCA

Desde el estallido de las revueltas árabes en 2011, Pilar Cebrián (Zaragoza, 1985) se especializó en los conflictos armados de la región, el terrorismo yihadista y las crisis migratorias. Periodista independiente en Oriente Medio, con base de operaciones en Jerusalén para Antena 3 Noticias, recibió una Beca Leonardo en Comunicación y Ciencias de la Información en 2018, y comparte las claves del periodismo de guerra desde el convencimiento de que “la labor del periodista sigue siendo imprescindible”.

 

31 octubre, 2024

Perfil

Pilar Cebrián

Pregunta.- Llevas casi un año cubriendo el conflicto entre Israel y Hamas, y ahora con Líbano y e Irán. ¿Cuáles son las principales dificultades para trabajar en una situación de guerra?

Respuesta.- El principal problema para informar en una guerra, sobre todo en un caso tan específico como éste, es que estás desbordado de propaganda. No podemos entrar en uno de los territorios, en este caso, en Gaza. Entonces, no podemos contrastar lo que está ocurriendo sobre el terreno y la información nos llega por un lado del ejército de Israel y por otro de Wafa, que es la Agencia Palestina de Noticias en Cisjordania, o del Ministerio de Sanidad de Gaza, que está bajo el Gobierno de Hamas.

P.- ¿Os quedan fuentes independientes a las que recurrir?

R.- Buscamos corroborar la información con Naciones Unidas y con las organizaciones humanitarias que están sobre el terreno, y tenemos el periodismo ciudadano de las redes sociales por las que los gazatíes envían al exterior vídeos o fotografías.

P.- Decías que esta guerra es especial, pero, ¿qué tiene de distinto o de común con otras que hayas cubierto?

R.- Está ocurriendo en general en todos los conflictos. El principal problema que hay a día de hoy es que el periodista está concebido como una amenaza. Ya no somos simples testigos de las guerras, como podía ocurrir en los años 90 o en las guerras de Ruanda, en el que las masacres, los machetazos, ocurrían en frente de los ojos del periodista y el periodista era completamente ignorado. Nosotros ahora somos un actor más. Se nos impide el paso a los sitios, no se quiere que desarrollemos nuestro trabajo para que no dejemos constancia de lo que ocurre. Y también, incluso, como hemos visto en las guerras de Siria o en Irak, hemos sido objetivo de ataques.

Cada vez es más difícil contar guerras. El último acceso a un escenario de guerra que nosotros recordamos es el de la batalla de Mosul en el año 2017, cuando las tropas iraquíes entran en esta ciudad del norte de Irak para liberar la ciudad del Estado Islámico y nos permiten entrar. Y nosotros conseguimos reportar casi a diario cómo van avanzando las tropas, cómo van apareciendo túneles por los que salen milicianos del Estado Islámico, cómo la población civil huye, cómo estaban muriendo de hambre familias que llevaban encerradas en casa durante meses.

P.- Con esas limitaciones a vuestro trabajo, ¿qué sentido tiene, para los medios y para quienes los seguimos, tener periodistas sobre el terreno?

R.- Si no hubiera periodistas, todavía sabríamos mucho menos de lo que está ocurriendo. El hecho de que sea aún más difícil, que esté más controlado y que tengamos más restricciones no significa que la información fuera la misma que si no estuviéramos, porque en ese caso, dependeríamos única y exclusivamente de la información de parte que dan los actores de las guerras.

P.- ¿Qué papel tienen las nuevas tecnologías para cubrir esas dificultades de acceso a las fuentes?

R.- Las redes sociales e internet son un arma de doble filo, porque tenemos un montón de información, pero también muchísima desinformación. No solo nos despista, sino que nos engaña y nos deforma un poco el concepto que tenemos de la realidad. A mí antes me interesaban las redes sociales, pero ahora mismo lo más visible es lo más viral, lo más polémico, lo que más incite al odio; se le da protagonismo a cosas que no son importantes, pero que hacen mucho ruido. Entonces, yo creo que nos sirve para llegar a las fuentes, nos sirve para tener imágenes de un sitio al que no podemos llegar, pero creo que la labor del periodista sigue siendo imprescindible. Tenemos que seguir haciendo preguntas, contrastando con fuentes, servirnos de las organizaciones humanitarias, que en conflictos siempre dan muchos datos y muchas veces te sirven para contrastar información.

P.- Hablabas de las nuevas tecnologías como arma de doble filo. Cada vez es más difícil incluso confirmar la veracidad de las imágenes…

R.- Bueno, es difícil, pero yo creo que la especialización te sirve para tener un contexto o un conocimiento en el que sabes identificar qué fuentes son confiables y cuáles no. Yo en la guerra de 2014 y 2012 estuve en Gaza durante meses. Entonces, conozco el sitio, conozco el paisaje, conozco la zona. Es verdad que ahora mismo está todo arrasado, pero si dicen que algo es en el sur de Gaza, puedo reconocer un paisaje si resulta que el vídeo es en otro sitio. Bueno, simplemente eso, tener el conocimiento, tener las fuentes y tener referencias que te pueden servir para combatir la desinformación.

P.- Pero hay quien utiliza las redes para informarse. ¿Qué les dirías?

R.- Hay personas que se creen que están informados porque se meten en internet o en redes. A mí me parece que es un momento clave en la relación del ciudadano con el periodismo. Está claro que hay una desafección de la población con respecto al periodismo y creo que también hay cierta pereza en el lector y en la audiencia, porque todos estamos bombardeados de imágenes y de información constantemente, sobre todo por el smartphone. Tenemos un constante estímulo en las redes sociales, la publicidad, los emails, las notificaciones. Y eso da la falsa sensación de saciedad, de que estamos informados. Pero el acto de informarse es muy diferente. Es reflexionar, encontrar respuestas, comprender lo que realmente pasa. ¿Que los medios consiguen hacer eso? Bueno, pues quizás no lo conseguimos, pero sí que nos acercamos o damos algunas claves. Otro gran problema, el algoritmo que nos está aislando en burbujas de opinión, en las que solamente vemos titulares, noticias, e incluso contactamos con personas de nuestra misma ideología, con nuestro pensamiento, que tiene hábitos comunes a nosotros. Y el problema de todo eso es que está generando sociedades muy polarizadas, más débiles, más ignorantes, más manipulables porque son sociedades desinformadas. Y eso es muy preocupante.

P.- Tú trabajas en un medio, la televisión, que se presta quizá más que otros medios al riesgo de caer en el infoentretenimiento.

R.- Ya estamos en la época del infoentretenimiento. Hay una presión muy fuerte por la entrada de las redes sociales en el criterio informativo de televisión. En las guerras, esto es muy peligroso, porque estamos hablando de sufrimiento humano y hay que tener sensibilidad, cuidado, modestia, en muchos aspectos… no promocionarse en una situación de guerra. Entonces, siempre utilizar la primera persona del plural, explicar las cosas con pudor, no sacar un primer plano de determinadas cosas, que se pueden explicar desde más lejos y, por supuesto no hacer un espectáculo de la tragedia humana que supone una guerra.

P.- Hablas de sensibilidad, pero, ¿cómo evitar la insensibilización de un público saturado de imágenes y noticias dramáticas?

R.- Esa es nuestra lucha diaria. No te podría dar una respuesta a la pregunta de cómo lucho contra la insensibilización de la audiencia ante una guerra que dura más de un año, sino que es una respuesta que te podría dar cada día. ¿Cómo lo he combatido hoy? Pues intento buscar aspectos nuevos que hay en la actualidad de ese día. Después de, a lo mejor, cinco días en los que ya hemos hablado de generalidades, más de análisis de geopolítica, acudo a una historia humana concreta de una familia, intentando variar, hablar de los aspectos macro de las guerras, hablar de cómo está afectando a la economía, hablar ahora de cómo está afectando al precio del petróleo, hablando ahora de una historia muy impactante que le ha pasado a una familia determinada.

P.- Tú antes hablabas de la saturación de la audiencia. ¿Hay algún aspecto o fenómeno de saturación en los propios periodistas cuando llevas mucho tiempo cubriendo el mismo conflicto? ¿Cómo te afecta humanamente ser corresponsal de guerra?

R.- Yo creo que todos los periodistas que nos dedicamos a esto tenemos un poco agriado el carácter. Te vuelves un escéptico, pesimista y te das cuenta de que asumes que las guerras van a existir mientras la humanidad viva y que a pesar de que se diga que es el gran fracaso de la humanidad, parece inevitable. Sabemos que es un negocio. Sabemos que los principales damnificados, las mayores víctimas, no importan a nadie.

P.- Entonces ¿por qué decidiste dedicarte a esta faceta del periodismo?

R.- Yo quería hacer información y hubo un hecho histórico que se cruzó en mi vida y que determinó mi futuro periodístico: las revueltas árabes de finales de 2010 y principios de 2011. Yo tenía 25 años y creía que verdaderamente era una región que estaba cambiando y que en unos países que habían estado sometidos a dictaduras y a unos periodos de descolonización muy duros, de repente, entraba de una manera casi como mágica la democracia. Fue muy inocente. Y todos analizamos eso que ocurrió en 2011 desde un prisma muy occidental. Dicho esto, me parece que al cubrir guerras tocas temas trascendentales, que de verdad importan. Tiene su importancia cubrir otros aspectos de la actualidad, pero informar desde países en los que todo es cuestión de vida o muerte…

P.- ¿Y te has arrepentido en algún momento?

R.- Pues mira, a veces me he arrepentido porque es verdad que el periodismo en general es una profesión muy sacrificada, pero en esta faceta, además, hay importantes dosis de soledad, porque vamos de un sitio a otro y la vida personal se resiente. Entonces, sí que ha habido momentos en los que he dicho: ¿dónde me he metido? Pero en el fondo ha valido la pena, volvería a hacerlo y creo que yo he encontrado lo que yo quería hacer en la vida.