Núria Galiana ofrece un puente entre la ciencia y la acción práctica para mantener el bienestar humano ante la crisis de biodiversidad
Núria Galiana, investigadora posdoctoral Marie Skłodowska-Curie en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) y beneficiaria de una Beca Leonardo en Biología, Ciencias del Medio Ambiente y de la Tierra en 2024, ha editado un número especial de la revista Ecography enfocado en la biogeografía predictiva, un campo llamado a “convertirse en un componente fundamental de la infraestructura científica y técnica para enfrentar la crisis de biodiversidad”, según argumenta Galiana.
20 marzo, 2025
La biogeografía estudia los patrones y procesos ecológicos evolutivos integrando enfoques estadísticos, evolutivos, históricos, geológicos y otros procesos a diferentes escalas. Se distingue de la ecología por tener un alcance temporal mayor, abarcando miles o millones de años, e incorpora un componente geográfico que resulta central para estudiar cómo los patrones espaciales influyen en la evolución y distribución de la vida en la Tierra.
Aunque, en las últimas décadas, este campo ha estado dominado por los modelos de distribución de especies, el número especial pretende servir de catalizador para ampliar tanto su alcance como su aplicación. Galiana, que ha editado este número junto con un equipo procedente de Francia, Estados Unidos y Canadá, apunta que la disciplina está experimentando una transformación significativa, trascendiendo la descripción para convertirse en una ciencia predictiva. El objetivo en esta nueva etapa, según señala, es “anticipar cómo se distribuirán, abundarán y diversificarán las especies a futuro, particularmente a escalas geográficas amplias y periodos temporales extensos”.
Un campo científico transformado por la demanda social
Si el estudio geográfico de la biodiversidad ha pasado de la descripción a la predicción ha sido, en parte, debido a la demanda social. “No se trata solo de una preocupación académica o conservacionista, sino de una necesidad expresada desde la gestión de recursos naturales, la planificación territorial, la salud pública, la producción agrícola y la seguridad alimentaria”, expone Galiana. La investigadora sostiene que esta demanda se debe a la profunda interconexión entre los sistemas naturales y humanos, “una relación bidireccional que determina el estado tanto actual como futuro de la biodiversidad global”.
“Los servicios ecosistémicos que proporciona la biodiversidad son esenciales para el bienestar humano”, destaca la científica, y añade que la disponibilidad futura de estos servicios, que van desde la polinización de cultivos esenciales hasta el control del clima o la oferta turística, dependerá de cómo evolucionen las distribuciones de especies en el futuro. Por otra parte, la propagación de enfermedades como el dengue y la fiebre amarilla también se ve afectada por la distribución de los vectores que las transmiten. De la misma forma, las plagas que afectan a los cultivos agrícolas y los propios rendimientos agrícolas pueden cambiar según varíe la biodiversidad del entorno.
Por estos motivos, defiende Galiana, “la biogeografía moderna no puede limitarse a describir patrones abstractos de distribución de especies, sino que debe abordar cómo estos patrones interactúan como las actividades humanas, cómo son modificados por ellas, y cómo estos cambios repercuten nuevamente en las sociedades humanas”, de ahí el papel clave que juega esta disciplina en el contexto actual.
La demanda social, de hecho, está teniendo efectos muy palpables sobre este campo científico. “Ha redefinido las prioridades de investigación”, explica Galiana, “orientándola hacia preguntas con relevancia directa para problemas socioambientales urgentes”. Además, ha democratizado herramientas como los modelos de distribución de especies, que ahora se emplean en entornos de gestión y conservación más allá de los círculos académicos. Entre los últimos desarrollos se encuentran los sistemas de alerta temprana actualizados en tiempo real, que permitan actuar con rapidez ante cambios biogeográficos de elevado impacto social.
De la ciencia a la acción
La científica plantea que esta disciplina sirva de “puente entre la ciencia y la acción práctica”, y propone varias dimensiones en las que debe desempeñar este papel. La detección anticipada, asegura, es esencial en un contexto de amenazas “múltiples y aceleradas” para la biodiversidad que, sin embargo, cuentan con recursos limitados para frenarlas. Además, la investigadora argumenta que la biogeografía predictiva debe evolucionar hacia “marcos integrados que capturen la complejidad de las interacciones bióticas y los procesos ecosistémicos”, fomentando además el diálogo entre diferentes ramas del conocimiento para incorporar perspectivas evolutivas, históricas y geológicas junto con datos ecológicos contemporáneos.
En este sentido, Galiana advierte de que “existe una notable subrepresentación de estudios en regiones tropicales, precisamente donde se concentra la mayor biodiversidad”, con lo que se hace necesario fortalecer las capacidades científicas locales en estos mismos países y desarrollar enfoques adaptados a sus ecosistemas para cerrar esa brecha. Así, ampliar el alcance geográfico y taxonómico resulta especialmente relevante para identificar vías de desarrollo que minimicen los aspectos negativos sobre la biodiversidad mientras se atienden otras necesidades sociales.
“La biogeografía predictiva debe trascender el ámbito académico para convertirse en una herramienta operativa en la toma de decisiones”, concluye Galiana. “Su capacidad para anticipar cambios, integrar conocimientos diversos, informar decisiones y visualizar futuros alternativos la convierte en una pieza clave para transformar la actual trayectoria de pérdida de biodiversidad hacia un futuro más sostenible y biodiverso”.