FIRMA INVITADA
MicroARNs: las mejores esencias se guardan en secuencias pequeñas
El investigador Pedro Pablo Medina Vico, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Granada que recibió una Beca Leonardo en Biomedicina en 2014, analiza la repercusión del Premio Nobel de Medicina de 2024 concedido a Victor Ambros y Gary Ruvkun y el papel que juegan los linajes académicos en los galardones de investigación.
31 octubre, 2024
Y llegó el Nobel para el descubrimiento de los microARNs, el pequeño de la gran familia de los ácidos nucleicos… Un Nobel que para algunos ha sido una grata sorpresa ya que se creía que solapaba en temática con el otorgado en el 2006 por el descubierto del ARN de interferencia. Y que además pone de manifiesto la relevancia que está teniendo los descubrimientos realizados en torno al ARN, protagonista también del Nobel de Medicina del año pasado (vacunas de ARN).
¿Qué es el ARN? El ARN es el primo discreto del ADN. Todos pensaban que el ARN era un simple correveidile del ADN, que trasmite la información que atesora este para equipar a la célula de cualquier herramienta para su funcionamiento. Pero el ARN es más que eso y sabe hacer más cosas que el ADN: igual te guarda las instrucciones para hacer una herramienta, que te ayuda a producirla, y a controlar su producción. Esto último es lo que precisamente hacen los microARNs, que fueron descubiertos por los laboratorios de Victor Ambros y Gary Ruvkun y que se comunicaron en sendas publicaciones en 1993.
Ambros y Ruvkun habían coincidido como investigadores posdoctorales en el mismo laboratorio y estaban investigando cómo se controla temporalmente el desarrollo de los organismos, utilizando como modelo experimental un gusano redondo de apenas un 1 mm de longitud. Habían encontrado dos genes implicados en este proceso (llamados lin-4 y lin-14) y presumían que estos genes codificaban proteínas reguladoras, como hasta entonces se había descrito. Sin embargo, para sorpresa de los investigadores, lin-4 no codificaba una proteína, sino que resultó ser un microARN, el primero descubierto en la ciencia.
Además, descubrieron que lin-4 regulaba la producción de la proteína que codificaba lin-14, que a su vez controlaba temporalmente el desarrollo del gusano. El descubrimiento tuvo una repercusión significativa, ya que con él se desvelaba la capacidad reguladora de las moléculas de ARN para ayudar a controlar cuántas proteínas debe producir la célula, pero parecía un proceso restringido a los gusanos, los únicos animales en los que se había descrito.
Más de una década después, en el año 2000, se presentó por primera vez un borrador del genoma humano. Por aquel entonces, el equipo de Gary Ruvkun estudiaba otro microARN de gusanos llamado let-7. Lo compararon con el genoma humano recién publicado y descubrieron que allí aparecía ese mismo microARN, idéntico. Ruvkun y sus colaboradores publicaron su descubrimiento en la revista Nature.
Pronto se reveló, además, que la presencia de los microARNs en el genoma humano no se reducía a let-7. Efectivamente, los microARNs constituyen una de las familias de reguladores más numerosa que tiene nuestro genoma, con casi 2000 miembros. El descubrimiento de los microARNs desveló una nueva forma de regulación exquisita y fascinante, una nueva complejidad que había pasado inadvertida y que ayuda a entender cómo funcionan las células. Actualmente sabemos que los microARNs están implicados en la regulación de procesos cruciales para la célula, como la identidad celular o la división, y que sus alteraciones pueden provocar diversas patologías entre la que se encuentra en cáncer, lo que ha abierto la puerta al desarrollo de nuevas líneas de investigación en la patología humana y búsqueda de terapias.
El talento y la mentorización como herramientas para conseguir el premio Nobel
Conozco bien el trabajo de Victor Ambros y Gary Ruvkun porque tengo el gran honor de pertenecer a la familia académica del profesor Ruvkun. Él sería mi “abuelo académico”, ya que uno de sus discípulos (Frank Slack, que participa como autor en uno de los tres trabajos que justifican el Nobel) fue mi supervisor durante los cinco años que pasé en Yale. En su laboratorio, desarrollé el primer modelo tumoral in vivo, que demuestra que la desregulación de un microARN puede generar un tumor que dependa de este para su mantenimiento.
Slack ha contribuido a amplificar y llevar al siguiente nivel la línea de investigación iniciada por su mentor, en una muestra de cómo el talento y la mentorización se retroalimentan y pueden ayudar a explicar el éxito de algunos linajes académicos. Por su parte, Ambros tuvo como director de tesis a David Baltimore (Nobel de 1975) y como supervisor postdoctoral a Robert Horvitz (Nobel de 2002), laboratorio donde tuvo como compañero postdoctoral a Ruvkun. Ambros, fue a su vez, el director de tesis de Craig Melo (Nobel de 2006, al que también tuve el placer de conocer personalmente durante mi tiempo en EEUU), y que era señalado por una reciente publicación como el Nobel que tenía más “familiares académicos” laureados, con un total de 51 (ahora, tras Ambros serían 52). En otro reciente análisis se observó que de los 736 premios Nobel analizados, 702 (95%) eran parte de la misma familia académica. Estos números ponen de manifiesto la relevancia del linaje académico, pero para que estos nodos de creación surjan y crezcan es necesario el contexto y los recursos adecuados; algo que deberíamos considerar en España donde tenemos un sistema centrado en responder preguntas que meramente pueden realizar avances incrementales de la ciencia debido a la limitación de los presupuestos asignados.