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#DíadelLibro2025

María do Cebreiro Rábade da voz a los árboles de Madrid en su poemario

NORA GONZÁLEZ FORNÉS

Es innata la sintonía que María do Cebreiro Rábade Villar mantiene con las plantas. Mientras pasea por el Retiro, donde ha quedado para grabar algunos de sus poemas, recoge hojas de árboles con las que tropieza y las guarda en una carpeta: “Mira, voy a coger esta, que me parece muy bonita. Y esta otra. Así les doy una a cada una de mis hijas”. La poeta y profesora titular de teoría de la literatura y literatura comparada en la Universidad de Santiago de Compostela publicó su poemario Los ojos de los árboles el pasado noviembre, un libro-objeto de confección casi artesanal, entre el herbario literario y el álbum ilustrado, realizado gracias a la ayuda de una Beca Leonardo de la Fundación BBVA.

23 abril, 2025

Perfil

María do Cebreiro Rábade

Rábade vivió durante unos años en Madrid, después del nacimiento de su primera hija. Acostumbrada a la vegetación frondosa de su Galicia natal, se vio “buscando lo verde” en la capital, y eso supuso uno de los puntos de partida del poemario. Frecuentó el Retiro, la Casa de Campo y la Quinta del Sordo, espacios emblemáticos de la historia de la capital. Habitados por los árboles y las plantas, testigos silenciosos de tantos acontecimientos que hoy solo recordamos a través de los relatos históricos, estos tres enclaves madrileños forman los tres cantares de un poemario tan original como insólito, en el que la voz poética emana de ellos.

Los tres episodios históricos que vertebran Los ojos de los árboles son la fundación de la Casa de Campo en 1561 por Felipe II (y en particular el encargo al capellán Gregorio de los Ríos, autor del primer tratado de jardinería escrito en español, de crear un jardín en el antiguo plantío medicinal), el Parque del Retiro y su democratización como resultado de la revolución Gloriosa de 1868, cuando pasó de recinto de recreo real a ser de la ciudadanía, y la Quinta del Sordo, que Goya adquirió en 1819, en cuyas paredes plasma las Pinturas negras y donde vivió hasta marchar al exilio a Burdeos.

En este poemario, Rábade fusiona botánica, historia y literatura. Aunque la mayoría de los textos son desde la perspectiva de los árboles, al final de cada sección cobra vida un personaje histórico (Felipe II, Goya y Rosalía de Castro) que cierra el cantar. Esta última mujer fue una escritora que, curiosamente, Rábade esquivó en su juventud: “Era omnipresente en el espacio cultural gallego; una figura tan sacralizada e institucionalizada que me parecía hasta redundante estudiarla”.

Sin embargo, fue durante sus años en Madrid cuando fijó la atención en su paisana. “Rosalía de Castro también pasó una parte de su vida en la capital y encontrarme en una situación similar me hizo acercarme a ella desde una mirada fresca”, cuenta Rábade, hoy codirectora de la cátedra Rosalía de Castro de la Universidad de Santiago. Además, este es el primer poemario que escribe en lengua castellana, lo que le permitió abordar a la poeta del siglo XIX con la distancia necesaria.

Ella es además una de las curadoras de la exposición Rosalía en Fonseca. O xardín da revolución, que se exhibe desde este 9 de abril y hasta el 30 de mayo en el claustro alto del Colegio de Fonseca, parte de la universidad de Santiago, un espacio “al que la poeta no pudo acceder y que probablemente alimentó cierta aspereza en ella”. Con esta exposición, Rábade quiere contribuir a restituir en cierto modo esta entrada de Rosalía en un espacio que le fue vetado.

Otra acción para enmendar esta ausencia desmerecida de la poeta en la institución académica es la plantación de un madroño en el antiguo huerto de la Universidad, que se hará este miércoles 23 de abril, en conmemoración del Día del Libro. Rábade esclarece el simbolismo de esta actividad: “El madroño bajo el que Rosalía solía escribir fue talado a mediados del siglo XX. Entonces, ¿qué mejor sitio para plantar uno que el llamado jardín de las piedras que falan (“jardín de las piedras que hablan” en gallego) de la universidad?”. Y apunta: “Es curioso, porque se trata de un árbol asociado a Madrid, pero estaba en Galicia”. Otra forma de cerrar el círculo entre literatura, historia y naturaleza que protagonizan dos escritoras gallegas y muchos árboles madrileños.