FIRMA INVITADA

El latido de la ópera

VÍCTOR GARCÍA DE GOMAR

Víctor García de Gomar, director artístico del Gran Teatre del Liceu, reflexiona sobre el papel fundamental de esta institución de ópera catalana en la aclimatación de este género a un mundo contemporáneo. En este análisis, repasa la evolución de la tradición operística, en constante diálogo con las artes, que desemboca en una adaptación del género, tanto en las temáticas como en las perspectivas y los públicos considerados en sus realizaciones.

30 enero, 2025

Situándonos en la Florencia del año 1600, en pleno Renacimiento, es cuando nace la ópera. Marcada por un Humanismo, la ópera se gesta con una visión y un impulso que amalgama todas las artes con la vocación de reencontrar el poder expresivo de la tragedia griega, parangón del Arte Total. En este viaje hacia la Antigüedad, la búsqueda expresiva fundada sobre el diálogo entre música y poesía sirve de medio al servicio del misterio de la voz cantada, como perfecto artificio de una expresión física que contiene nuevos niveles de emoción. Así, este arte revolucionario nace de la ambición de un redescubrimiento del pasado, de una arqueología sensorial, pero también de una terrible desaparición del sujeto mitológico que fue gradualmente abandonado con el paso de la Historia. El género se ha construido a partir de una tensión y una conciencia, tal vez nostálgica y melancólica, de un pasado y también de una mirada hacia el futuro.

Huérfanos por la pérdida del mito fundacional, el género lírico toma un nuevo rumbo en el cual se inicia un combate de los sentidos para determinar la jerarquía de las Artes, el poder de la imagen y el mensaje sobre el escenario. Interrogantes abiertos que alimentan la formalización y sostenibilidad de la obra de arte total.

Recorriendo la Historia del Arte podemos trazar un itinerario en búsqueda de la relación entre el arte y la ópera entendido como un terreno de experimentación y de emergencia de nuevas sensibilidades estéticas, políticas y éticas. En resonancia con el concepto wagneriano del Gesamtkunstwerk (obra de arte total), podemos observar la manera en que las artes y el género lírico se han influenciado mutuamente. La potencia de sus creaciones se basa en una teoría que ha inspirado a generaciones enteras de creadores de todos los géneros, la tríada wagneriana: Tanzkunst, Tichtkunst und Tonkunst (arte de la danza, arte de la poesía y arte de los sonidos). La Gesamtkunstwerk es pues una postura estética que atribuye a la obra la facultad de actuar a gran escala a través de la suma de disciplinas respondiendo tanto a la complejidad del individuo como a la diversidad del propio mundo.

Así, el compositor se acerca a la ópera proponiendo un aura mientras busca una utopía. Desde el origen, encarna un ideal humanista y universalista, que se dirige a toda la humanidad sin distinción de origen, género o lengua, edificando en sí mismo un lenguaje musical común, a partir de sus rígidos códigos, pero también con una libertad de mensajes.

Por otro lado, dada su apariencia y su posicionamiento, la ópera puede haberse considerado como un pasatiempo de élites, sin embargo, es también un lugar de compromiso. Dotada de carácter político, muestra infinitas posibilidades de relatar, con una enorme riqueza de mensajes exprimidos, integrando el humano, así como también los grandes acontecimientos que han marcado la historia de nuestras sociedades y sus mutaciones.

En pleno siglos XX y XXI, las relecturas dramatúrgicas han añadido importantes capas y nuevos significados a las narraciones; la búsqueda de una contemporaneidad en las antiguas fábulas para acercarlas hacia una actualidad que interpele a los espectadores de hoy ha dado nuevas oportunidades a títulos que de otro modo habrían quedado obsoletos.

Hoy más que nunca los creadores alrededor de la ópera son conscientes de la connotación efímera del género lírico, proponiéndonos un arte que afila el sentimiento de nuestra identidad de espectadores y nos incita a preguntarnos e interrogarnos sobre nuestro lugar en el complejo mundo de hoy. Abandonando las ejercicios formales estériles, los compositores han entendido que no podían dejar de lado la cuarta pared y por tanto no pueden renunciar al lirismo ni a emocionar a los espectadores.

Aspectos esenciales de la experiencia humana, como el amor, la tristeza, el deseo, la lucha por el poder o la incertidumbre frente a la muerte son comunes y han estado presentes desde el origen de la humanidad y también presentados en las manifestaciones culturales de todas las épocas. El deseo de una universalidad en la ópera en el siglo XXI nos obliga a abordar las temáticas desde perspectivas diversas y plurales. Las reivindicaciones de diversos colectivos nos hacen ser más conscientes de esta diversidad. La ópera debe abordar estas nuevas perspectivas, integrando las voces no privilegiadas e infrarrepresentadas; que abrace la pluralidad real del mundo actual. Sin duda, un nuevo episodio que hace muy vigente nuestro género.

Acotando geográfica y temporalmente, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona está jugando un papel crucial en la promoción de la ópera contemporánea en España, ofreciendo un espacio para que los creadores enriquezcan la escena operística. La diversidad de temáticas y estilos en sus estrenos reflejan la vitalidad y el dinamismo de la ópera en el país.

Hace 25 años el devastador incendio abría un nuevo capítulo en la historia de la ópera de nuestro país. La reconstrucción de un símbolo representó también una oportunidad para no dejar a nadie rezagado; que fuese un proyecto de todos y para todos y que pudiese garantizar la buena salud de un ecosistema (siempre amenazado).

Así, y con este esquema de pensamiento, el Gran Teatre del Liceu es también el espacio para los creadores más inmediatamente cercanos; visibilizándose con un estreno anual. Permitidme que cite algunos ejemplos de estrenos reveladores de esta nueva corriente: desde El engima de Lea, de Benet Casablancas (temporada 18-19), hasta el más reciente estreno de Orgía, de Hèctor Parra (temporada 23-24), pasando por Els diàlegs de Tirant e Carmesina, de Joan Magrané (temporada 19-20), hasta Alexina B., de Raquel García-Tomàs (temporada 22-23).

Del mismo modo, sensibles a facilitar la integración de todas las comunidades a partir de la experiencia de la participación y la integración, nació La gata perdida, de Arnau Tordera: una ópera que integraba el barrio del Raval al Liceu. Una oportunidad para conectar el teatro en el barrio que lo acoge desde hace 175 años y una manera de explicar el género y hacerlo comprensible por aquellos que todavía no lo conocen.

El Liceu es también un espacio para descubrir el nuevo talento. En este caso, el formato de microóperas resulta ideal para dar las primeras oportunidades a aquellos creadores que están destacando en el teatro pero todavía no han dado el paso hacia el género lírico. Hay que destacar las aportaciones de Marc Migó, con The Fox Sisters (2022), Marian Márquez, con Filles del món (2023), o bien Ferran Cruixent, con Eliza (2024).

Por otro lado, la creación compositiva en el campo de la ópera es indisociable del resto de oficios que configuran el equipo creativo. Así, directores de escena (Marta Pazos, Bárbara Lluch, Calixto Bieito, Paco Azorín, Pol Roig, Silvia Delagneau…), escenógrafos, figurinistas, artistas visuales (Jaume Plensa, Joan Fontcuberta), iluminadores, maquilladores, para cada producción han contribuido y completado esta mirada con vocación de seducir a públicos muy heterogéneos. Ante este género tan sofisticado y tan europeo, el Liceu quiere ser el espacio de acogida y experimentación sobre la creación, pero a la vez impulsor de nuevas prácticas que lo acerquen a un público sensible y aseguren su futuro. Con vuestro aplauso tenéis la última palabra.

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