FIRMA INVITADA
La emoción de descubrir un continente oculto
La investigadora Laia Alegret, beneficiaria de una Beca Leonardo de la Fundación BBVA, es la única española a bordo de la primera expedición oceanográfica que explorará Zelandia, el llamado ‘octavo continente’, bajo las aguas del Pacífico. En este artículo, relata cómo son sus agotadoras jornadas de trabajo a bordo del barco ‘Joides Resolution’ y explica la importancia científica de las investigaciones que está realizando.
20 septiembre, 2017
Llevamos 50 días en alta mar, sin pisar tierra. Trabajando en agotadores turnos de 12 horas diarias, que junto a las reuniones diarias y la redacción de informes se convierten en 14 horas. Los 7 días de la semana. Muchos se marean, y ya hemos tenido que huir dos veces de grandes tormentas. ¿Por qué lo hacemos? Muchos pueden pensar que nos pagan bien, pero lo cierto es que a los investigadores españoles no sólo no nos pagan, sino que ni siquiera se nos proporciona el billete de avión para llegar hasta el barco, que en este caso, implica volar a las antípodas. No es el caso de otros países, que no sólo cubren los gastos y aportan un sueldo a todos los investigadores y estudiantes que participan en este tipo de expediciones, sino que además financian la investigación posterior a la campaña.
El Gobierno español sí que cubre la participación en otro tipo de campañas oceanográficas, pero el programa el IODP (International Ocean Discovery Program), probablemente el programa científico internacional más exitoso que ha existido (incluso por delante de la estación científica internacional en proporción al número de expediciones realizadas y resultados obtenidos), es el gran olvidado. Quizás porque la aportación española al programa es tan modesta que es prácticamente imposible que seleccionen a un investigador español para participar en una expedición. Pero cuando ocurre el milagro, somos los grandes olvidados de la administración. Algo debería de cambiar.
Entonces, ¿por qué estamos dispuestos a trabajar en estas condiciones, dejando nuestros hogares, familia, amigos, y prácticamente paralizando nuestros quehaceres cotidianos durante más de 2 meses? La curiosidad, la vocación científica y la emoción de explorar una parte desconocida del planeta, de analizar materiales que llevan enterrados millones de años bajo el fondo del mar y poder reescribir la historia geológica y de la vida, son buenos motivos. Además, la emoción que se siente cada vez que llega un sondeo al barco es indescriptible.
Uno de los codirectores de la expedición, Rupert Sutherland, me pidió recientemente mi opinión sobre un artículo que estaba escribiendo sobre esta expedición para ‘The Conversation’. Me pareció demasiado descriptivo, poco atractivo para el público en general, y le sugerí que profundizara en por qué hacemos esto, qué nos motiva para dejar nuestras vidas cotidianas y encerrarnos durante dos meses en un barco para trabajar en condiciones un tanto incómodas, y no exentas de cierto peligro. La segunda versión me gustó mucho más (se puede leer íntegra aquí), pero destacaría una frase que se nos ocurrió tomando café a las 3 de la madrugada: “Es difícil describir la emoción del descubrimiento. Cada vez que llega un nuevo sondeo al barco es como abrir un regalo de cumpleaños. ¿Qué será? Puede ser una curiosidad científica, o puede ser la clave que nos permita reconstruir la historia de un continente oculto”. Tras casi 2 meses de expedición, la emoción continúa como el primer día.
La perforación submarina
El Joides Resolution es uno de los mejores barcos de perforación submarina. Fue construido en 1978 para la exploración petrolífera, y en 1985 fue reconvertido en un buque científico para el estudio de sondeos oceánicos. Cada año participa en cinco expediciones científicas de 2 meses de duración. Los objetivos específicos de cada expedición giran en torno a los principios fundamentales del IODP (International Ocean Discovery Program), un exitoso programa internacional de investigación marina que persigue conocer la evolución y estructura de nuestro planeta, con implicaciones tan importantes como el estudio del cambio climático, procesos fundamentales como los movimientos de las placas tectónicas o los riesgos geológicos (vulcanismo, terremotos, etc.), la evolución de la vida sobre el planeta, o la elaboración de modelos predictivos.
El buque, con 143 m de eslora, cuenta con una torre de perforación de 63 metros que se sitúa sobre la “piscina”, una abertura en la base del barco de 7 metros de diámetro a través de la cual se van sumergiendo los tubos de perforación en el agua. El Joides Resolution tiene capacidad para perforar hasta 7 km de profundidad.
Todo ello, con una maquinaria a gran escala, un sistema de posicionamiento hidrodinámico con 6 potentes propulsores que permiten estabilizar el barco mientras se realizan los sondeos, y equipos humanos perfectamente coordinados.
Navegamos un total de 124 personas entre las que se encuentran 32 científicos de 14 países diferentes, técnicos de laboratorio, los sondistas y el personal del barco. El barco nunca duerme y trabajamos en turnos de 12 horas diarias los 7 días de la semana. Con un coste aproximado de 13 millones de dólares por expedición (sin incluir la participación del personal científico), ¡no se puede desaprovechar ni un solo minuto!
Además de un buque de perforación, el Joides Resolution es un centro de investigación flotante, dotado de completos laboratorios que permiten realizar investigación de alto nivel. Hay laboratorios de geoquímica, de geomagnetismo, de descripción sedimentológica, de propiedades físicas… En el laboratorio de micropaleontología se analizan los fósiles microscópicos que contienen los sedimentos para poder datarlos y determinar en qué ambiente se depositaron.
La Expedición 371: resultados preliminares
Los sondeos obtenidos durante la Expedición 371 van a cambiar por completo las ideas vigentes sobre la evolución del nuevo continente, Zelandia. Este continente se separó de Australia y la Antártida hace 80 millones de años, cuando los dinosaurios dominaban la tierra. Hasta el momento no se tenían apenas datos porque el 94% de este continente permanece oculto bajo el océano Pacífico.
Durante los 50 días que llevamos de expedición hemos recuperado más de 2 km de sondeos submarinos, y hemos realizado estudios preliminares de todo tipo, incluyendo el análisis de más de 8.000 microfósiles marinos. Hemos descubierto que la geografía de Zelandia cambió radicalmente durante los últimos 55 millones de años y hemos conseguido trazar sus movimientos a lo largo del tiempo. Áreas que se situaban a más de 1.500 metros de profundidad emergieron casi hasta el nivel del mar, y las zonas más someras, de playa, fueron erosionadas y la arenas resultantes y los organismos que allí habitaban se hundieron hasta profundidades batiales y abisales.
Muchos de los sondeos contienen registros de actividad volcánica relacionada con los movimientos de Zelandia y parece haber una estrecha relación con la formación del Anillo de Fuego del Pacífico, una cadena de volcanes submarinos que se formó hace 40-50 millones de años y que cambió los movimientos de nuestro planeta, con la formación de nuevos volcanes y montes submarinos, la formación de recursos naturales y cambios en el clima global.
Además, algunos de los sondeos contienen evidencias de eventos de calentamiento global ocurridos en el pasado, que suponen un reto científico porque hace 50 millones de años Zelandia estaba situada cerca del Polo Sur. Los modelos actuales no son capaces de reproducir temperaturas tan elevadas tan cerca del Polo Sur. Entonces, ¿cómo serán capaces de predecir las consecuencias del actual cambio climático? Vamos a estudiar estos eventos para mejorar los modelos predictivos. Y profundizaremos en uno de los procesos fundamentales de nuestro planeta, los movimientos de las placas tectónicas y la subducción, que han controlado la geografía, los riesgos geológicos, las corrientes oceánicas, la composición de la atmósfera, el clima, la evolución de la vida, las migraciones, la producción de recursos naturales y en definitiva, el funcionamiento de la Tierra desde sus orígenes.