Un proyecto del Becario Leonardo Carlos Fontcuberta
‘Esther frente al espejo’: el reto de crear la primera ópera basada en una novela de Sándor Márai
Expulsado de la memoria colectiva por la ocupación soviética y redescubierto tras la caída del Muro de Berlín, el húngaro Sándor Márai (1900-1989) es uno de los autores que, junto a Josep Roth, Stefan Zweig o Thomas Mann modelaron la narrativa europea del siglo XX. Por primera vez, una de sus obras –La herencia de Eszter– se convertirá en una ópera gracias al proyecto compositivo que desarrolla Carlos Fontcuberta, becario Leonardo 2019.
23 febrero, 2021
El título de la obra alude a la protagonista, Eszter, una mujer que habita en la casa que heredó de su padre con la única compañía de una pariente lejana, y que recibe de modo inesperado el anuncio de la visita de Lajos, personaje seductor y embaucador que años atrás había traicionado y desposeído a la familia de casi todas sus pertenencias. La visita despierta en la protagonista sentimientos contradictorios y conduce a un desenlace paradójico, inesperado y al mismo tiempo inevitable.
“Cuando leí la novela por recomendación de un amigo del mundo del teatro me fascinó por su fluidez y pureza de estilo, por la impronta que dejan los personajes y porque tiene una estructura no solo teatral, sino muy operística”, relata Carlos Fontcuberta. “Así surgió la idea de aprovechar todas las cosas buenas que tiene la novela para llevarla a la ópera, pero no contarla como una simple traslación. Primero, porque pienso que requiere una cierta actualización; pero, sobre todo, porque las herramientas narrativas de la ópera nos permiten no solo representar la novela sino hacer una lectura de la misma con cierto distanciamiento y con un cuestionamiento del proceder de algunos personajes. Esto me ha llevado a plantear la trama como un teatro dentro del teatro, de modo que hay dos planos de acción que se van alternando”.
El proyecto se está haciendo realidad gracias a una Beca Leonardo en Música y Ópera de la convocatoria 2019 y el enfoque adoptado por Fontcuberta exige un trabajo estrecho con el libretista, tarea que ha asumido Susana Gómez, directora de escena y autora también de libretos, textos teatrales y adaptaciones. “Susana tiene un amplio bagaje en el mundo de la ópera a través de más de 20 producciones operísticas (en Teatro Colón de Buenos Aires, Teatro Real de Madrid, Ópera de Oviedo, etc.) y esto permite que el libreto sea escrito desde una perspectiva que contemple de inicio sus posibilidades escénicas”, explica Fontcuberta, que el pasado marzo fue distinguido con el XXXVII Premio Reina Sofía de Composición Musical por la obra ‘Trencadís’.
El abordaje codo con codo ha enriquecido enseguida el plan original. “Lo que inicialmente iban a ser ensayos de una obra de teatro dentro de la trama del libreto han pasado a ser ensayos de una ópera, y por tanto los actores se convierten en cantantes que ensayan una adaptación lírica de La herencia de Eszter. Este planteamiento brinda la posibilidad de que los músicos tengan una cierta interacción con los personajes sobre el escenario, y este nuevo enfoque permite además que la ópera se interrogue sobre ella misma en muchas ocasiones”, indica Fontcuberta. Y es que uno de los temas principales de la obra musical en curso “es la relación del lector con un texto. Vamos a confrontar a los actores que encarnan la novela y les vamos a hacer hablar sobre ella. De alguna manera, esta ópera hace hablar no solo a Sándor Márai sino también a nosotros mismos como personajes contemporáneos, lo que nos permite actualizar la novela”.
Esta estructura narrativa se traduce, en la partitura, “en la alternancia entre dos mundos sonoros que van a ser muy contrastantes” según las escenas correspondan a los ensayos de la ópera con textos de Márai o a la vida real de los intérpretes; pero que, a la vez, “muestra una estructura musical orgánica y gobernada por un discurso claramente direccional en su conjunto”, comenta el compositor. Es significativo que el título de la ópera -originalmente homónimo al de la novela- vaya a ser finalmente Esther frente al espejo, no solo porque en varios momentos de la obra original ella aparece así, sino por “el juego especular que se está escenificando al confrontar la vida de los personajes-cantantes con la representación de una ficción que resulta ser un espejo de sus situaciones vitales; o bien, visto a la inversa, sería el contexto actual en que viven los cantantes lo que actuaría de espejo de una ficción representada cuyos elementos anacrónicos son puestos en evidencia en esta confrontación”.
Para el proyecto -que cuenta asimismo con el asesoramiento y la coordinación del director de orquesta Jordi Francés-, el compositor ha escogido una plantilla de unos 15 instrumentos. “Un grupo de ese tamaño ofrece una variedad de colores casi orquestales, hace más sencillo que pueda representarse en más ocasiones y, sobre todo, ofrece un cierto cariz intimista y que, por tanto, la actuación de los cantantes no esté condicionada -como sucede a veces en la ópera cuando se canta con orquesta- por la impostación de la voz. No es que los cantantes no tengan que impostar, pero las exigencias de cantar con una orquesta coartan un poco la capacidad comunicativa que, como actores, puedan tener con el público. Este formato más reducido permite un contacto más directo con el auditorio”.