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Entrevista a Clàudia Cedó, Beca Leonardo en Creación Literaria y Artes Escénicas en 2023

“Hay un peligro en la sobreprotección de las personas con diversidad funcional por parte de la sociedad”

NORA GONZÁLEZ FORNÉS

Clàudia Cedó no se ha bajado de las tablas desde que tenía diez años, cuando empezó en el aula del teatro municipal de Bañolas. Su trabajo como psicóloga, lejos de apartarla de los escenarios, le brindó la oportunidad de centrar su trayectoria en proyectos con personas con diversidad funcional. En 2023, recibió una Beca Leonardo de Creación Literaria y Artes Escénicas para escribir Fantàstic Ramon, obra que se estrenó el pasado 2 de abril y que se representará hasta el 4 de mayo en el Teatre Lliure de Barcelona. Se trata de una comedia que cuestiona la mirada de la sociedad hacia las personas diferentes, y aborda temas como la exclusión, la sobreprotección y el miedo a que los hijos cometan errores, con humor y toques fantásticos, en un pueblo en el que nace un niño muy distinto a todos los demás.

24 abril, 2025

Perfil

Clàudia Cedó

Pregunta.- Fantàstic Ramon no es tu primera obra en la que actúan personas con diversidad funcional. ¿Por qué iniciaste tu proyecto teatral con personas con discapacidad?

Respuesta.- En 2006 empecé a hacer teatro con personas con diversidad funcional. Anteriormente, había estudiado Psicología y trabajaba en varios centros con personas con discapacidad. Como el teatro siempre me había apasionado desde pequeña, me planteé organizar pequeñas funciones con ellos, y se fueron sumando más y más personas. Así nació mi proyecto Escenaris Especials, una escuela con más de 100 alumnos, que son actores con diversidad funcional: algunos tienen autismo, otros una enfermedad mental, otros parálisis cerebral. 

P.- ¿De dónde partiste para escribir Fantàstic Ramon?

R.- A raíz de este contacto diario con ellos, me surgió la idea de una obra que planteara qué pasaría si en un pueblo naciera un niño que está hecho de otra pasta, que se centrara en la alteridad, que se cuestionara qué pasa con las personas que no tienen un funcionamiento normativo y qué hacemos como sociedad frente a esto.

P.- ¿Cuáles son los temas que abordas para reflexionar sobre la alteridad?

R.- En esta obra he querido abordar ese trato paternalista de sobreprotección, pero también el rechazo, el miedo y las exigencias que se proyectan hacia esas personas. Todas las preguntas que se suelen hacer, como “¿qué va a hacer?”, “¿de qué va a trabajar?”, o frases que se suelen decir, como “sobre todo que sea alguien productivo para la comunidad”, que reflejan una institucionalización de las personas con diversidad funcional, una apropiación de sus cuerpos.

P.- ¿Y cómo planteaste la historia para tratar esos temas?

R.- Se me ocurrió que Ramon, nuestro personaje principal, fuera un muñeco de trapo. Durante la obra, va creciendo y está vivo, aunque no se mueva ni hable. Así, empecé a introducir en la obra ciertos toques fantásticos en el universo del pueblo. Por ejemplo, es normal que alguien ponga la radio y el locutor hable en lengua de signos y nadie se extrañe.

P.- Hay un cierto paralelismo entre Ramon y Pinocho.

R.- Sí. De hecho, me he releído Pinocho, el cuento original, que está plagado de violencia. De él también se desprende esa necesidad de que el niño sea humano, por encima de todo. De la misma forma, en la obra se siente ese apremio, esas ganas por parte de los habitantes del pueblo de que Ramon se levante y hable. Y al final, esto ejerce una violencia sobre Ramon, porque se le está imponiendo ser alguien que no es. También Amor de Monstruo, de Katherine Dunn, una novela que me gusta mucho, fue uno de los referentes que tenía en mente.

P.- ¿Cuál fue la implicación de los actores en el desarrollo de la obra? 

R.- Era importante para mí que esta obra, que al final reflexiona sobre la mirada de la sociedad hacia las personas con diversidad funcional, contara con ellas en su desarrollo. Y me pareció interesante crear un juego de espejos. Por eso, los actores con diversidad funcional encarnan en el escenario a los habitantes del pueblo. O sea, pasan al otro lado, a ser las personas que juzgan. De hecho, uno de los actores tiene un monólogo en el que le suelta a Ramon todo tipo de propósitos que le han soltado a él en la vida real, creando así un paralelismo, para reflexionar sobre todo esto desde el humor.

P.- ¿Hay comedia en Fanàstic Ramon?

R.- Sí, hay mucho humor. La obra empieza siendo una comedia, aunque a medida que avanza se va oscureciendo la cosa. Pero nos reímos un poco de todo. Por ejemplo, de ese paternalismo que tanto se refleja en las frases como “¡ay, pobrecito, no va a poder!”, o “¡qué mono es!”. O de estos estereotipos tan recurrentes como pensar que si alguien tiene autismo entonces significa que toca muy bien el piano. Y tampoco queremos abordar estas actitudes desde la crítica. De hecho, no sabemos muy bien qué pensar, y estoy muy orgullosa del texto en ese sentido: no propongo una tesis, no le digo a la gente lo que tiene que opinar. Más bien abro carpetas, para impulsar una reflexión sobre cómo afrontar en sociedad que un niño nazca con un funcionamiento muy diferente.

P.- ¿Se sobreprotege a las personas con discapacidad?

Soy madre y entiendo que es difícil dar libertad cuando sabes que tu hijo se va a llevar muchos palos. La madre en Fantàstic Ramon es un personaje muy complejo, porque por una parte quiere protegerlo, pero por otra quiere que viva. Se hace preguntas, sobre la forma correcta de educar a su hijo, sobre la felicidad de este, sobre su futuro, sobre sus propias expectativas hacia él. Creo que la duda va muy ligada a la maternidad. Por lo que he visto durante estos 20 años es cierto que se tiende a la sobreprotección de los hijos, con y sin diversidad. 

Pero creo que el verdadero peligro está en la sobreprotección por parte de la sociedad: pensar que son personas que no podrán sobrellevar un fracaso, que si se caen no van a saber levantarse, que no son capaces de tomar decisiones sobre su salud o su economía, que si se les da autonomía se van a equivocar, se van a gastar todo su dinero y van a acabar en la calle, por lo que es mejor tutelar y tomar decisiones por ellos en pos de la protección. Ese es el peligro. La protección y la libertad se sitúan en la misma línea, por lo que, si tiras de un lado, quitas del otro. 

P.- ¿Se diferencia en algo trabajar con personas con diversidad funcional?

R.- Solo en los tiempos y los recursos. Nosotros nos ponemos antes a trabajar, porque los tiempos habituales del teatro son muy industriales, en solo cinco semanas tienes que montar la obra y levantarla, y es un poco agobiante en ese sentido. También necesitamos más recursos, como educadores sociales, intérpretes de signos, regidores adaptados, para que todo pueda adaptarse de forma individual dependiendo del ritmo de cada uno.

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