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Obtuvo una Beca Leonardo en Creación Literaria y Artes Escénicas en 2022

Cristina Oñoro revive los lazos de amistad entre universitarias españolas y americanas en su ensayo ‘En el jardín de las americanas. Una historia transatlántica’

NORA GONZÁLEZ FORNÉS

Fue en 2021 cuando Cristina Oñoro se metió en el jardín de la Residencia de Señoritas de la Calle Fortuny de Madrid. La profesora en Literatura iba en busca, para documentar su anterior obra, de una carta que Marie Curie, que se había alojado en la residencia durante su estancia en España en los años 1930, le escribió a María de Maeztu, la pedagoga y humanista que fundó ese centro de educación femenina. 

A Oñoro le cautivó la extensa correspondencia que encontró en el archivo de la institución, entre mujeres de apellidos novelescos —Caroline Bourland, Susan Huntington— y españolas como Maeztu: “Intuí que había una historia trasatlántica de lucha feminista”. Pero no solo: reparó en el edificio vecino, dividido por un muro que separaba ambos jardines y decidió ir a curiosear. 

27 febrero, 2025

Perfil

Cristina Oñoro Otero

Aquel espacio fue a principios del siglo XX el Instituto Internacional, y la puso sobre la pista de su fundadora, Alice Gulick. Esta misionera estadounidense fue el germen del libro En el jardín de las americanas, una historia transatlántica (1871-1936), que se publica este 20 de febrero  (Taurus, 2025). Este ensayo narrativo cuenta los lazos de amistad entre ambas instituciones, sus fundadoras, alumnas y profesoras, que se extendieron por Europa y América, y que ayudaron a sedimentar las ideas liberales que ya se gestaban en la España de principios de siglo.

Gracias a la Beca Leonardo en creación artística y literaria, Oñoro inició una “peregrinación feminista” volviendo sobre los pasos de Gulick: “Ella venía de Boston y se había formado en Holyoke, uno de los primeros colleges o universidades para mujeres en Massachusetts. Pude viajar hasta allí y visitar también el Smith College, que es donde está hoy el archivo del Instituto Internacional”.

Precursora de la enseñanza femenina en España

En ese archivo, la escritora descubrió que Gulick provenía de un entorno reformista, abolicionista y comprometido con la mejora de la educación, pero moralmente muy purtitano y regido por normas muy estrictas. “Por un lado, partía de la corriente misionera estadounidense, de base protestante, que quería exportar esa educación e influencia cultural, aunque con un cierto deje imperialista. Por otro, venía marcada por el movimiento de las universidades de mujeres, que defendía la educación femenina”, explica Oñoro.

En uno de sus viajes, Gulick, inspirada por una visión en la Iglesia de Santa Teresa de Jesús en Ávila, se propuso en 1870 crear un centro para la educación femenina liberal. La escritora sostiene que este supuso una aportación decisiva en el contexto español: “Estrechó lazos con los krausistas españoles, que fueron los antecesores de la Institución Libre de Enseñanza, un movimiento de renovación filosófica, a favor de la educación de mujeres, del que formaron parte intelectuales como Gumersindo de Azcárate, que entabló amistad con Gulick”.

La estadounidense fundó en Santander un pequeño internado para niñas, que acabaría trasladando a Madrid en 1903, asesorada por Azcárate. El Instituto Internacional fue el primer centro universitario exclusivamente para mujeres en España. Se convirtió, por lo tanto, en un icono de modernidad y supuso un modelo para la creación de otras organizaciones, y en especial de la Residencia de Señoritas: “Comenzó cediendo espacio a la Residencia de Señoritas, fundada en 1915 y dirigida por Maria de Maeztu, que tenía cada vez más alumnas. La fusión era tal, y a tantos niveles, que iniciaron proyectos de intercambio con estudiantes americanas, compartían aulas e incluso juntaron sus bibliotecas, un símbolo poderoso de su amistad”. 

Oñoro enumera escritoras, filósofas y artistas que estuvieron vinculadas a estas instituciones: “Allí se cocinaron reformas políticas, se escribieron obras literarias, y personajes como Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán, María Goyri y Maruja Mallo hicieron aumentar las filas universitarias de mujeres”. Además, la profesora incide en la importancia de los intercambios académicos intercontinentales, que “anticipan nuestro Erasmus” y fomentan “unos lazos de paz, de tolerancia, de solidaridad entre las naciones”.

Archivo y memoria

Cuando se adentró por primera vez en los edificios de estos dos centros educativos madrileños, la escritora se dejó maravillar por su “doble escalera de mármol con balaustrada de hierro blanca maravillosa, el lucernario” y las fotografías en blanco y negro de estudiantes de principio de siglo XX. Sin embargo, fueron sus archivos “milagrosamente intactos”  los que la transportaron a esa época y los que dejaban constancia de la red de apoyo y de amistad entre mujeres a ambos lados del Atlántico.

En el jardín de las americanas ahonda precisamente en el papel de los archivos en la conservación de una memoria colectiva, pero también en la generación de nuevos relatos individuales y personales. “El libro, más allá de la trama, es una reflexión sobre lo que una sociedad conserva y desecha, sobre la memoria. Va hilando la historia de Estados Unidos y España, pero en sus márgenes va surgiendo memoria personal, como si al seguir las huellas a menudo borradas de la historia de estas mujeres, iniciáramos un viaje que nos lleva al encuentro con nosotras mismas y con esa genealogía que nos ha precedido”, asevera Oñoro.

De hecho, la escritora escogió este género híbrido de ensayo narrativo, que le permitía emplear recursos literarios como recrear escenas con detalles, reproducir diálogos o utilizar el suspense, e introduce una voz en primera persona, que incorpora sus recuerdos de infancia, la crónica del viaje y varias peripecias de su “peregrinación feminista”. Acompaña su narración agregando reproducciones de fotos, bocetos y objetos que se encuentra durante su recorrido; pequeños retazos de vidas de otros que dan forma a su propia aventura. Para ella, el libro es la prueba de que “la memoria colectiva está siempre en un proceso de construcción y de elaboración común”.

A lo largo del libro, Oñoro recorre varios jardines, pero quizá el que mejor encapsula esta obra sea el del mural que pintó la artista estadounidense Mary Cassatt para el edificio de mujeres de la Exposición Universal de Chicago de 1893, en la que también participaron con sus aportaciones españolas como Emilia Pardo Bazán. En La mujer moderna –hoy en paradero desconocido–, Cassatt subvierte el mito de la caída representando un jardín habitado por mujeres de distintas generaciones. Ellas toman la fruta del árbol del conocimiento y, sin culpa, se la pasan de mano en mano. Oñoro escribe: “El encuentro de estas manos reescribe el gesto de Eva”.

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