FIRMA INVITADA
El consumo en Navidad: hagamos del regalo algo que permanezca
Doctora en Comunicación y licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas y Comunicación Audiovisual por la Universidade de Vigo, Beatriz Feijoo Fernández (Barbadas, Ourense; 1987) es profesora titular del área de Publicidad y adjunta al vicerrectorado de Investigación en la Universidad Villanueva. En esta firma, señala el fenómeno por el que niños y adolescentes se están incorporando cada vez más pronto a patrones de consumo antes reservados para adultos en sectores como la cosmética, las tecnologías o la moda y nos invita a reflexionar sobre cómo los regalos que reciben en épocas como la navideña pueden moldear sus hábitos de consumo.
19 diciembre, 2024
La Navidad nos envuelve cada año con su mezcla de magia, luces y tradiciones familiares. Es un momento para demostrar afecto, reflexionar sobre lo vivido y fortalecer los lazos con quienes más queremos. Sin embargo, también es la época en la que el consumismo alcanza niveles extremos, impulsado por inputs externos y nuestras propias expectativas, que a menudo asocian el cariño con recibir un bien material.
El acto de regalar, en sí mismo, tiene un poder indiscutible. Escoger algo pensando para otra persona puede ser una expresión genuina de afecto y atención. Un regalo no es solo el objeto: puede encapsular recuerdos, deseos y vínculos. Es una forma de ponernos en los zapatos del otro, de pensar en lo que realmente lo llena y lo conecta con nosotros. Un regalo significativo no solo demuestra que hemos dedicado tiempo y esfuerzo a pensar en la otra persona, sino que tiene el poder de resonar más allá del instante en que se entrega. Cada vez que el receptor lo ve o lo usa, revive ese vínculo, recordando quién tuvo ese gesto. Este aspecto convierte al acto de regalar en una experiencia profundamente humana, una oportunidad para demostrar que entendemos y valoramos a los demás.
Sin embargo, esta práctica también tiene su lado oscuro, sobre todo cuando el consumismo desenfrenado toma el control. En estas fechas, parece que el valor del regalo se mide más por su precio que por su significado. Este fenómeno no solo afecta nuestras finanzas, sino también nuestra relación con el acto de dar y recibir. Al centrarnos exclusivamente en los regalos materiales, corremos el riesgo de simplificar el afecto a un intercambio de objetos y corromper ese momento. ¿Es realmente necesario invertir tanto en cosas para demostrar cariño? ¿Qué ocurre con aquellos para quienes esta época se convierte en una competencia, más que en una celebración?
Los menores y su introducción a dinámicas de consumo adultas
La Navidad es, sin duda, una de las épocas más esperadas por los menores, un momento lleno de ilusión y magia, pero también una ventana clave para reflexionar sobre cómo los regalos que reciben moldean sus hábitos de consumo y su manera de entender el mundo. En la actualidad, los niños y adolescentes se están incorporando cada vez más pronto a patrones de consumo antes reservados para adultos. Sectores como la cosmética, la tecnología, la moda y el ocio se han adaptado para incluir a este segmento como target, posicionando productos y mensajes que, en muchos casos, los animan a asumir roles y responsabilidades propias de edades más avanzadas.
Esto nos lleva a una pregunta crucial: ¿qué les estamos enseñando a los menores con los regalos que les hacemos? Desde smartphones de última generación hasta productos de moda y belleza, muchas veces elegimos obsequios que los empujan hacia un mundo adulto que aún no están preparados para habitar plenamente. ¿Estamos fomentando en ellos la creatividad, el juego y el aprendizaje, o los estamos convirtiendo en consumidores adultos antes de tiempo?
El consumo, como acto social, tiene un impacto directo en la manera en que nos relacionamos con nuestro entorno. Los menores, en este contexto, juegan un papel esencial no solo como consumidores, sino como influenciadores dentro del hogar. Los menores ya no son meros espectadores en las decisiones de compra, sino que ejercen una influencia significativa en qué, cómo y por qué se adquieren determinados productos. En esta dinámica, los padres tienen la responsabilidad de actuar como los principales agentes de socialización del consumo. Sin embargo, esta tarea se ve cada vez más desafiada por la influencia de las redes sociales, la publicidad y los amigos, que introducen patrones de consumo muchas veces descontextualizados de las necesidades reales o del significado de los productos. En este sentido, las fechas navideñas representan una oportunidad para inculcar en los jóvenes una visión más consciente del consumo, enseñándoles que regalar no es sinónimo de gastar más, sino de pensar más.
El consumo como herramienta de conexión
La Navidad nos ofrece la oportunidad de replantear nuestras prácticas de consumo, especialmente cuando pensamos en las generaciones más jóvenes. No hay que demonizar el acto de regalar, sino replantearlo. Hay formas de hacerlo que pueden ser igual o más significativas, sin caer en el consumismo exacerbado. Regalar no debería ser un reflejo del exceso, sino una oportunidad para enseñar valores que trasciendan lo material: empatía, sostenibilidad y aprecio por lo que realmente importa.
En estas fiestas tratemos de no olvidar lo esencial: el tiempo compartido, las risas en torno a una mesa, los pequeños gestos que enriquecen nuestras relaciones. Los regalos, en este contexto, deberían ser ese complemento, no el centro. Volver a este enfoque más auténtico no significa renunciar a los regalos, sino integrarlos para que estén más en sintonía con lo que verdaderamente importa. Es una forma de conectar, de construir recuerdos con los demás y de demostrar que nos importa no solo lo que quieren, sino quiénes son y quiénes pueden llegar a ser. Regalemos de corazón, pero también regalemos tiempo, atención y presencia. Que los objetos sean solo una excusa, un medio para recordarnos lo que realmente importa y lo que siempre permanece: el cariño que nos une y da sentido a cada gesto, cada regalo y cada encuentro.