FIRMA INVITADA
Por qué debemos reivindicar a Cajal
Alberto Jiménez Schuhmacher, Investigador ARAID en el IIS Aragón, Presidente del Centro de Estudios Cajalianos y beca Leonardo en Biomedicina, reflexiona sobre la falta de conocimiento que existe en España sobre la figura de Santiago Ramón y Cajal, pese a su indiscutible pertenencia al panteón de la historia de la ciencia, junto con otros nombres ilustres como Einstein, Curie y Darwin. Cuando todavía se está celebrando el Año Cajal, una conmemoración que arrancó en 2022 y se prolongará hasta mayo de 2025, el Dr. Schuhmacher reivindica la necesidad de dar a conocer la vida y obra del científico que sentó las bases de la neurociencia moderna para inspirar a nuevas generaciones de investigadores en nuestro país.
19 diciembre, 2024
Otro año más pasa y seguimos de vacío en los Premios Nobel. El último español galardonado con uno en disciplinas científicas lo recogió Severo Ochoa en 1959, aunque lo hizo como ciudadano estadounidense. El anterior, o el único según se mire, lo recibió Santiago Ramón y Cajal en 1906.
Ochoa, quien siempre trató de organizar su vida tomando como modelo a Cajal, a menudo lo comparaba con Newton, Galileo o Pasteur. Pocos más. Cajal forma parte de los grandes nombres de la ciencia como Einstein, Curie o Darwin. Sin embargo, pese a sus enormes contribuciones que nos permitieron comenzar a desvelar los secretos de la máquina de pensar, apenas el 7% de la población española lo conoce tal y como se desprende del Estudio de cultura científica en Europa de la Fundación BBVA. Y eso que las encuestas para este trabajo se realizaron a finales de 2022, declarado en nuestro país como “Año Cajal”, una conmemoración que se ha prolongará hasta mayo de 2025.
Cuando nuestro sabio realizó sus principales descubrimientos, la creencia aceptada acerca de la estructura del sistema nervioso central era que se trataba de una red, un sistema reticular continuo, donde residía nuestro pensamiento. Cajal determinó que está compuesto por células individuales, las neuronas, que contactan pero que son unidades independientes. Profundizó en su arquitectura y funcionamiento sentando las bases de la Neurociencia Moderna de la que se considera su fundador.
Con sus dibujos, Cajal abrazaba permanentemente la frontera entre el arte y la ciencia. No se dedicaba exclusivamente a describir lo que veía a través del microscopio. Mirando en sus preparaciones de tejido cerebral teñido, como si de “fotogramas” se tratara, Don Santiago imaginaba una película de la vida en movimiento. Pienso en la mesa de Cajal llena de dibujos preparatorios antes de hacer la gran representación e inmediatamente me vienen a la mente los dibujos y bocetos que Picasso realizó y que podemos ver antes de emocionarnos al exponernos ante la inmensidad del Guernica.
El legado de un sabio que alumbró el campo de la neurociencia moderna
Las representaciones artísticas de Cajal son esquemas que intentan explicarnos el resultado de mucha observación y una profunda reflexión fruto del esfuerzo focalizado a un tema. Su intuición le llevó a realizar los primeros experimentos en embriones y en especies animales con cerebros más sencillos, centrándose en regiones concretas, esperando que la naturaleza se mostrase más ingenua y menos esquiva.
La teoría celular se cumplía en el resto del organismo, ¿por qué no iba a cumplirse en el cerebro? Trabajando más que nadie y con más preparaciones histológicas, mejorando las técnicas que había en su momento y con una gran apertura de miras (o independencia de juicio, como él lo llamaba) dio una explicación diferente a lo que veía. Mientras que otros investigadores coetáneos como Golgi veían y dibujaban lo mismo, lo seguían interpretando siguiendo la corriente predominante y explicándolo como los demás.
Cajal proponía hipótesis imaginables, como un medio, no como un fin, buscando resolver problemas de calidad y marcando una dirección de pensamiento que le permitía seguir investigando. Pero puso las luces tan largas que alumbró el campo para las futuras generaciones y hoy, un siglo más tarde se sigue comprobando la veracidad de sus trabajos e hipótesis.
Pero, ¿cómo pudo surgir una figura como Cajal en aquella España sin sombra de ciencia? El propio Cajal nos recuerda en sus Reglas y Consejos que «los genios, como las cumbres más elevadas surgen solamente en las cordilleras. Para producir un Galileo o un Newton es preciso una legión de investigadores estimables». Pese a que hubo cultivadores de la histología en nuestro país que le precedieron, no hacían cordillera. Cajal se atrevió y supo conectar con los grandes sabios extranjeros, estableciendo redes internacionales que le proyectaron. Pero su figura y su legado crecieron todavía más con sus discípulos que constituyen una escuela inigualable.
Oportunidad de oro para inspirar a las nuevas generaciones
Hoy, Cajal, parece brillar más fuera de nuestras fronteras. La primera sociedad de neurociencias se denominó “Cajal Club” y se fundó en EE.UU., no se eligió a otro neurocientífico. Para promocionar a investigadores en Harvard se usa su nombre, no el de un americano. Cuando la NASA busca un ejemplo de científico para una de sus misiones, no eligen a un físico o un astrofísico, elijen a Cajal. Un festival de cine de la neoyorquina Universidad de Columbia lleva su nombre. Hay campus CAJAL internacionales en Francia y Portugal, pero aquí parece darnos pudor. Cajal es, sin lugar a duda, el científico más importante que ha dado nuestro país. ¿Cómo es posible entonces que sea tan poco conocido por la población?
Muchas pueden ser las razones. Tal vez no existe una forma sencilla de explicar a la población, en un tuit, la trascendencia de sus descubrimientos acerca del sistema nervioso y sus implicaciones, o no hemos sabido difundir que su trabajo es la base de que muchos de los avances científicos actuales.
Me niego a pensar que la ciencia no haya interesado en el pasado a la sociedad y mucho menos que no interese a la actual. Sin embargo, mientras en otros países algunas figuras científicas son iconos culturales, en España hay una menor tradición de reconocerlas públicamente. Esto se refleja en la falta de presencia de científicos en medios de comunicación y en la cultura popular. En nuestro país las figuras destacadas de la historia y del arte son más conocidas y promovidas que las científicas. Piense en Velázquez, Picasso, Lorca, Dalí, Buñuel, Cervantes… Alguien que no sepa quién pintó Las Meninas o el Guernica podría ser considerada una persona ignorante, pero esto no se traslada al desconocimiento sobre las figuras del conocimiento científico.
Debemos conocer para querer. La figura de Cajal y sus contribuciones, así como la de muchos otros científicos españoles, no se destacan suficientemente en los currículos . En los planes educativos, la historia de la ciencia parece relegada a un lugar secundario, a menudo es tratada como una colección de datos aislados o como un apéndice de la historia general. En mi opinión, esto impide que los estudiantes desarrollen una comprensión profunda de cómo los avances científicos han moldeado la sociedad y el pensamiento humano.
Además, se desaprovecha una oportunidad de oro para inspirar a nuevas generaciones a través de las biografías e historias de grandes científicos, muchos de los cuales desafiaron las limitaciones de su tiempo.
En el caso de España, este déficit tiene un impacto adicional porque se ignoran o subestiman las contribuciones de figuras nacionales al panorama científico mundial. Este desconocimiento refuerza la falsa percepción de que los avances científicos son ajenos a nuestra historia, perpetuando una falta de conexión cultural con los logros científicos propios.
Las bases de la próxima gran revolución científica
Podemos reengancharnos. Vivimos un momento único, transformador y decisivo en la forma de entender la vida, la salud y las enfermedades. Con la llegada del siglo XXI vino la secuenciación del genoma humano que ha cambiado nuestra mirada acerca de muchas enfermedades, como el cáncer, ayudando a entender su evolución y posibilitando la aparición de nuevos métodos de diagnóstico y tratamientos más eficaces. El siguiente reto es el cerebro. La próxima gran revolución está llegando desde las neurociencias gracias al desarrollo de novedosas neurotecnologías y al gigantesco crecimiento de la inteligencia artificial. Rara es la semana en la que no hay una noticia de neurociencias. Así, en los últimos meses vemos los avances y retos que plantean nuevas neurotecnologías como las interfaces cerebro-computadora. ¿Qué ocurrirá cuando podamos descifrar código neuronal y comprendamos mejor el cerebro? ¿Cómo se potenciará la tecnología cuando podamos bioinspirarla copiando estos algoritmos naturales? ¿Podremos potenciar nuestra inteligencia comprendiendo cómo aprendemos y manipulando nuestro cerebro?
Todo esto, en esencia, tiene su base en Cajal. Por eso estamos ante una oportunidad, reclamar más Cajal es reclamar más investigación y más progreso para nuestro país. Además, Cajal no fue solo un científico. Debemos rememorarle para no olvidar su figura y promover sus valores de trabajo, perseverancia, honestidad e independencia de juicio para conseguir una sociedad mejor.
La biografía de Cajal humaniza al gran sabio. Niño díscolo, repetidor, apasionado por el dibujo que, desarrollando una férrea voluntad, con esfuerzo y sacrificio, alcanza grandes metas. Cajal fue además una persona comprometida con su tiempo. Conforme ganaba reconocimiento científico internacional, pudo ocupar diferentes cargos de responsabilidad desde los que promovió la educación y la ciencia para impulsar y transformar nuestro país. Creó programas de becas para enviar a científicos a formarse al extranjero, impulsó la educación y formó una escuela de discípulos inigualable que fue reconocida por la UNESCO en el Registro de Memoria del Mundo en 2017.
En nuestro país debemos apostar por invertir en talento y en educación, los valores más seguros para conseguir una sociedad mejor. No pudo enunciarlo mejor Cajal el día de su jubilación, en 1922: «Se ha dicho hartas veces que el problema de España es un problema de cultura. Urge, en efecto, si queremos incorporarnos a los pueblos civilizados, cultivar intensamente los yermos de nuestra tierra y de nuestro cerebro, salvando para la prosperidad y enaltecimiento patrios todos los ríos que se pierden en el mar y todos los talentos que se pierden en la ignorancia».
Dar a conocer la figura de Cajal ayudará a ponernos en valor, a impulsar la investigación de nuestro país y a construir una sociedad mejor.